El juego como ritual
Es difícil pensar la cultura humana sin un componente lúdico. Hans-Georg
Gadamer señala que el juego es una función elemental de la
vida. Ancestralmente, ya la práctica del culto religioso entrañaba
un elemento lúdico. “En el juego, en los bailes y en las fiestas el hombre
busca la posibilidad de volver a acceder a la fiesta perdida, un retorno a lo
sagrado y a sus ritos”, advierte Girogio Agamben. El hombre actual ya no sabe
jugar más, o juega a través de la tecnología, olvidándose de poner el cuerpo.
La pintura de Porfiri requiere de un espectador que se entregue de cuerpo
entero al juego que propone, que sea también cojugador. Y así, por medio de lo
lúdico, el artista nos permite acceder a un ritual tan viejo como cautivante,
el ritual de pararse frente a una obra artística y percibir su aura. Un juego
que necesita como mínimo de dos partes.
En Lúdica encontraremos sapos,
insectos, gusanos y un fumigador, integrantes de un ecosistema, donde cada uno
ocupa un lugar en la cadena alimentaria. Los gusanos se confunden con cordones de ADN, los sapos se
descomponen en figuras geométricas, los pájaros invaden todo el espacio aunque
no resultan amenazantes, sino que son amigables y nada peligrosos. Un
cibernauta aislado parece burlarse de todos los seres a su alrededor. La
serie “Corazón” muestra un conjunto de los socotrocos de Porfiri donde hay
varios núcleos y no se puede encontrar el centro. Cada corazón o socotroco es
un mundo en sí mismo, puede ser un planeta o un universo comprimido, pero sin
una forma que podamos identificar. Con estas imágenes, el artista pone de
relieve la crisis de sentido en el arte contemporáneo, donde los conceptos abundan
y la forma muchas veces es subestimada.
Según
podemos leer en “La decadencia de la mentira” de Oscar Wilde, “la mentira, o sea el
relato de cosas bellas y falsas, es la finalidad misma del arte”. Y de ahí
podemos extraer que el artista trabaja con la falsedad, nos miente, porque crea
un mundo revelador aunque este no sea copia fiel de la realidad que nos rodea,
sino una transformación de los elementos que conocemos hasta tornarlos
irreconocibles. Porque el arte es nuestra encendida protesta y pone en evidencia
la imperfección de la naturaleza; si esta fuera perfecta, no existiría el arte.
Entonces la vida termina por imitar al arte. El artista crea un universo
paralelo donde los espectadores asistimos a una mentira, felices de ser
engañados por esta fábula imaginada, por la constelación de seres
que no existen, geografías imposibles, sueños disparatados. Este es el
diccionario que escribe Porfiri, donde organiza el mundo, instalando una nueva
taxonomía de la imaginación que seguramente será copiada por la realidad.
Milly Vázquez
(periodista y escritora)
"Pájaros" (detalle) - 2018 - collage s/ MDF - 100 x 150 cm
"Gusanitos" (detalle) - 2018 - collage s/ MDF - 100 x 150 cm
No comments:
Post a Comment